Este mundo está definitivamente loco.
Conforme se va desarmando la trama clandestina de criminales que traficaba con niños recién nacidos, más sorprendente nos parece, que se pueda llevar al grado más deplorable de la dignidad humana, hasta jugar con el destino de la vida de un bebé.
En todo este entramado deberían de incidir y por este orden:
* La envidia nacional ( tan desarrollada en nuestro país).
* Los tiempos en que sucedieron los hechos: etapa dictatorial y algunos años posteriores, hasta el cambio en la ley de adopción, entre los años 1950-1979.
* La más baja y vil ansia del dinero fácil: aquí entraban personas que intervenían directa o indirectamente en el nacimiento de los bebés, como: médicos, enfermeras, curas, monjas, etc.
También estarían en la trama, distintas jerarquías qué, aún a sabiendas de los hechos, no se podían delatar por el miedo al instinto de supervivencia.
En la etapa que transcurrió, podríamos decir que era el caldo de cultivo apropiado, debido al odio político que existía entre ambos bandos (republicanos y nacionales), aversión que desgraciadamente nos caracterizó en la guerra civil.
Cualquier hijo de republicana nacido o no en prisión, no merecía ser descendiente de personajes tan espurios, bajos, viles y despreciables. Las jerarquías del régimen, lo tenían claro; dónde mejor que alojar a estas criaturas: en el núcleo de una familia cristiana, apostólica y romana. Para ello ponen en marcha la trama, con la connivencia propicia en estos ámbitos mafiosos.
El poder civil, apoyado por la jerarquía religiosa puede llegar a organizar desastres de magnitudes superiores a los originados por la naturaleza: terremotos, tsunamis, etc.
El dinero tiene su valor, pero el fin no justifica los medios.
Han pasado muchos años, algunas de las personas que intervinieron en esta trama, o habrán fallecido, o estarán en capilla. Si hay justicia atómica, les deseo la mejor de las explosiones.
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