La dependencia al teléfono inteligente y, en especial a su avanzado sistema de pantalla táctil es de risa. La imagen de tanta gente dándole uso a la vez, me recordaba a esas escenas televisivas en donde nuestros primos los simios se despiojan meticulosamente para asearse. Lo siento, qué quieren que les diga. Allá en cualesquiera de los lugares para el disfrute de un momento de asueto: parques, cafeterías, medios de transporte…, encontrarás enganchado a un ‘nomofóbico’ demostrando su habilidad dactilar. Textos e imágenes pasan rigurosamente por el control exhaustivo de ese apéndice que, como el del insigne Colón, quedó inmortalizado en la estatua erigida en la plaza del Portal de La Paz de Barcelona, punto de unión entre el sur de las Ramblas y el paseo que lleva su nombre. Hacia dónde apuntaba el dedo índice de la mano derecha de Cristóbal Colón se le atribuyeron diversas contradicciones, a pesar de su orientación geográfica: América, Génova, simplemente hacia el mar… El del entusiasmado adicto a los nuevos sistemas digitales, sabemos a ciencia cierta en qué dirección apunta (en general): al de la curiosidad de ponerse al corriente de la vida y milagros del prójimo.
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