Creí despertar una mañana, pero no pude distinguir si de verdad mi sueño había terminado. Todo era tan armonioso, tan equilibrado, tan maravilloso, que pensé que había despertado en otra dimensión.
En mi mente había una sensación extraña: me veía desde fuera de mi cuerpo; lo miraba y su cara me sonreía; era una expresión distinta de todas las que yo recordaba. Por fin, me di cuenta de estar en esa dimensión que todos soñamos alguna vez, pero que nos parece utópica, inalcanzable. Eso sí, mis pensamientos no venían cargados desde patrones mentales adquiridos, no. Solamente recibía bienestar, ganas de fundirme con los demás; ansia de formar parte de un solo ser. No había noticias de muertes inútiles en el mundo por falta de agua y alimentos; ni había diferencias sociales tan distantes; la coherencia de las personas, imperaba por encima de intereses individuales. Quizás no tenga palabras para expresar todo esto; porque entiendo que habría que aplicar otro sistema de comunicación distinto, quizás sin palabras.
Al rato desperté, y volví a la dimensión en la que vivimos, sin más. Enseguida volvió el martilleo de las promesas electorales, que casi nunca se cumplen; La Junta Electoral Central, no daba permiso a los jóvenes para seguir manifestándose pacíficamente en sus ciudades. En fin, los sueños, sueños son, y la imaginación todavía es libre.