El reloj de mi abuelo

A la muerte de mi padre, el reloj de mi abuelo Francisco pasó a mi poder; por deseo
de la familia, naturalmente. Aunque muchas veces está parado (funciona perfectamente;
debe tener más de cien años), la impresión que me da cuando llego todas las noches al
dormitorio, es toda la contraria: noto el tictac dentro de mí. Aunque el tiempo (conforme lo
entendemos) es implacable y distante, en este caso, no lo parece así: me siento más
cercano cada noche, a cada una de las horas que fue marcando al compás de las vidas
de mi abuelo, y de mi padre; con ese lustre de plata, tan elegante. Imagino a mi padre con
el suyo, allá donde pertenece el espíritu: libres por esos lugares (donde aquí no podemos
imaginar), comentando las peripecias de esa vida terrenal que ya dejaron, tan llenas de
argumentos inexplicables para ellos, ahora. Ja, ja, menos mal que nos queda el reloj. Qué
buena compra hice, hijo mío. Ese reloj era de categoría, y así sigue, fiel a su cometido. Mi
abuelo, mi padre y yo, lo hemos cuidado pensando que: aunque nos quiera medir el
tiempo, el amor está por encima de su transición, y él lo sabe. Entenderá, que el día que
la maquinaria no de más de sí, no será obstáculo para ser recibido con todo el amor (cual
gorrioncillo inerte), por el siguiente y afortunado miembro de la familia elegido. Será
arropado y cuidado con fervor, y de esta manera evocará y transmitirá los preciados
recuerdos que nos vinculan a través de los objetos; como es el amor de padres a hijos,
que perdurarán para siempre.
Abril de 2011. Albacete
Jesús Sánchez-Ajofrín Reverte
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02002 Albacete
Teléfono móvil 628 569 636
email: jsreverte@gmail.com
A la muerte de mi padre, el reloj de mi abuelo Francisco pasó a mi poder; por deseo de la familia, naturalmente. Aunque muchas veces está parado (funciona perfectamente; debe tener más de cien años), la impresión que me da cuando llego todas las noches al dormitorio, es toda la contraria: noto el tictac dentro de mí. Aunque el tiempo (conforme lo entendemos) es implacable y distante, en este caso, no lo parece así: me siento más
cercano cada noche, a cada una de las horas que fue marcando al compás de las vidas de mi abuelo, y de mi padre; con ese lustre de plata, tan elegante. Imagino a mi padre con el suyo, allá donde pertenece el espíritu: libres por esos lugares (donde aquí no podemos imaginar), comentando las peripecias de esa vida terrenal que ya dejaron, tan llenas de argumentos inexplicables para ellos, ahora. Ja, ja, menos mal que nos queda el reloj. Qué buena compra hice, hijo mío. Ese reloj era de categoría, y así sigue, fiel a su cometido. Mi abuelo, mi padre y yo, lo hemos cuidado pensando que: aunque nos quiera medir el tiempo, el amor está por encima de su transición, y él lo sabe. Entenderá, que el día que
la maquinaria no de más de sí, no será obstáculo para ser recibido con todo el amor (cual gorrioncillo inerte), por el siguiente y afortunado miembro de la familia elegido. Será arropado y cuidado con fervor, y de esta manera evocará y transmitirá los preciados recuerdos que nos vinculan a través de los objetos; como es el amor de padres a hijos, que perdurarán para siempre.
Publicado el la revista XL Semanal  24 al 30 de Abril de 2011
Publicado en el periódico La Nueva España Diario de Asturias. OVIEDO  17-01-2012
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