El triunfo de la Champions League por parte del Barcelona anoche en la capital londinense, y más concretamente en el estadio de Wembley, tuvo dos grandes acontecimientos.
Por un lado, la épica hazaña de conquistar por cuarta vez este trofeo (tan grandioso para los equipos de fútbol), y por otro, y no menos magnánima, el apoyo incondicional ofrecido por los jugadores a su compañero Abidal. Hace unos meses se le descubrió una grave enfermedad, donde se le plantearon serias noticias para su salud; tanto, que todavía parece incomprensible que la fortaleza de este jugador haya superado ‘fulminantemente’ este trance tan delicado, hasta el punto de poder seguir con su vida normal, e incluso dentro de su equipo de fútbol. No podía ser menos, Abidal ha demostrado ser una persona con una talla excepcional, tanto en el campo con sus compañeros, como con los directores de su equipo. Este jugador, con una clase física y técnica excepcional, no tienes dudas en ser tan disciplinado, como elegante; siempre está dispuesto cuando lo necesitan; nunca oiremos una palabra más alta que otra en sus manifestaciones.
Para mí, el momento más álgido dentro de las emociones de la lucha deportiva que vivimos esa noche, estuvo, cuando el capitán Puyol cedió su brazalete a su compañero Abidal para que fuera él, el que recibiera el trofeo tan merecido por todos ellos; pero desde la convicción de reconocimiento a un gran ser humano. Abidal, tus aptitudes así como tus actitudes, merecen este reconocimiento.
Enhorabuena, señor.
Publicado en La Tribuna de Albacete 1-06-2011