Lo que la ciudad esconde

Por suerte han cambiado, ligeramente, las temperaturas. Se agradece poder notar el aire fresco en esta ciudad tórrida como la mía. Bajo la sombra de una gran morera, y sentado en la terraza de una cafetería, disfruto de un buen café, a la vez que me llegan bonitas notas musicales desde un piso superior de la fachada del edificio; son notas de un piano afinado que interpreta música de Bach. El disfrute del momento quedó desvirtuado, cuando, por una esquina, aparecieron un grupo de jóvenes, todas chicas, que con un megáfono que, a todo volumen, vociferaban frases obscenas sobre el final de la soltería de la más emperifollada de ellas; que, vestían tonos chillones y ropas extravagantes. En la ciudad, el equilibrio emocional se rompe y se recupera en segundos; el umbral hormonal (alterado) de estos grupos charangueros lo rompe. Sin lugar a dudas.
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